Chimbín es abogado, es mi abogado de confianza aunque lo llamemos así no tan secretamente. Vive con su hermana en un segundo piso en Valle Abajo, ‘por la central’, dice cuando invita para una fiesta.
Creemos que Chimbín es gay. Que lo sea o no es irrelevante. Lo digo como quien comenta ‘Chimbín es hijo de portugueses’, o ‘Chimbín es escuálido’, de pasada pero sin obviarlo. Porque verán, lo que en realidad importa es que Chimbín es un prisionero de excepción.
Cada vez que puede, escapa, siempre con alguna ‘amiga’ o una ‘persona con la que estaba’. Viajan al exterior, a destinos costosos y cercanos: Aruba, Punta Cana, Cancún. Nunca a Miami. En conversaciones largas, Chimbín se toma la molestia de explicar que él no es muy Mayamero, que Nuevayor está muy lejos y omite estratégicamente una de sus sentencias: su solicitud de visa le fue negada.
Por supuesto no encuentra sosiego en sus escapes. Chimbín Siempre acaba de vuelta en Caracas con una onza más de amargura.
-¿Por qué no te terminas de ir? -interrumpí un día una larga descarga en contra del gobierno.
-Porque aquí están mi mamá y mi hermana. Porque Caracas es una ciudad muy arrecha ¿Para dónde me voy a ir? ¿A servir mesas? ¿A un pueblito de mierda en el Caribe donde no hay nada que hacer?
-Bueno a México.
-Me han dicho que es muy sucio. Mira esa vaina -y señaló hacia el Ávila, groseramente expuesto en un día de Diciembre -Además ¿qué voy a hacer yo en México? Nojoda, ¡que se vayan ellos! Que terminen de robar y se vayan para el coño.
Hablando de robo, cada tres meses, con puntualidad británica, una banda de ladrones visita el estacionamiento del edificio de Chimbín. A los carros que no pueden robarles algo, les revientan los parabrisas.
Los domingos en la noche, como éste por ejemplo, es normal recibir un correo de Chimbín, con títulos como «TOKIO JAPON!» o «SIDNEY AUSTRALIA!» y en el cuerpo del mensaje un silencio absoluto, interrumpido por tres o cuatro links a doble espacio:
http://www.youtube.com/watch?v=z8v5YSoK1CU
http://www.youtube.com/watch?v=FAmwpa52jxo
http://www.youtube.com/watch?v=xVb9gnCrHKI
http://www.youtube.com/watch?v=odtNliT7KG8
Sueños que evidencian en qué invirtió su domingo Chimbín. Lo más decantado de sus arrecheras, de sus frustraciones. Esas son las marcas en las paredes de su prisión.
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Nota que viene al caso 1:
Una vez en Cuernavaca entré a un edificio abandonado en medio de una explanada. Desde afuera parecía había sido un colegio, pero en realidad era una prisión (inserte aquí el comentario irónico). Llevado más por morbo que cualquier otra cosa, subí las escaleras. Todas las celdas del segundo piso estaban adornadas con paisajes pintados por sus antiguos inquilinos. Playas, bosques, el Popocatepetl, aderezados con frases de arrepentimiento o de ira.
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Nota que viene al caso 2:
Luego, Speer se apoderó del jardín de la prisión para el disfrute y el trabajo. De esta forma, el jardín fue dividido en pequeños lotes para cada prisionero y los frutos de los mismos fueron usados en la cocina de la prisión. Cuando las restricciones comenzaron a holgarse, se le permitió a Speer construir un ambicioso jardín, con un camino ondulante, jardín de rocas y una amplia variedad de flores. El jardín estaba, inclusive, cómicamente alineado en un «eje norte-sur», que era el diseño elemental del nuevo Berlín de Speer y Hitler. Speer luego emprendió un «recorrido a pie por el mundo», solicitando libros de geografía y viajes de la librería local y dando vueltas por el jardín de la prisión. Calculando meticulosamente cada metro, comenzó en el norte de Alemania, pasó por los Balcanes, Persia, India y Siberia. Luego cruzó el Estrecho de Bering y continuó hacia el sur, acabando finalmente su sentencia en la meseta central de México.
-Jack Fishman. Long Knives and Short Memories: The Spandau Prison Story.