Plácido Pignataro sobre «el estuario de la congoja»

Una semana después de haber publicado el estuario de la congoja dentro de la víspera del invierno, Plácido y yo buscábamos un bar en El Gótico:

PP:
(…)
–y eso… manías con las conjunciones, con los artículos con las preposiciones. Si veo que se repiten, que aparecen mucho, me molesta.

DP:
–Pero escribiendo el poemario, o en líneas generales?

–En líneas generales

–Si ves que aparecen demasiado…

–Me vuelvo loco

–¿Cómo es eso?

–Lo borro. No lo quiero ver.

–¿Y eso pasa con los poemas o con todo?

–No, sobre todo con los poemas. Pero con las otras cosas también. Con los aforismos, por ejemplo. Es manía. Como la gente que no pisa rayas.

–¿Y, por ejemplo, si estás escribiendo un SMS? ¿Un Email?

–A veces si

–¿Esto cuándo empezó? ¿Antes de la víspera?

–Si claro. Desde antes. Cuando escribí los poemas de La Guaira.

–¿Cómo se reflejó esto durante el proceso de la víspera? ¿Odiaste los primeros poemas?

–No, ten en cuenta que cuando trabajé contigo ya los volví a ver. Luego los trabajé un poco más. Luego cuando ya vi que era inevitable la publicación…

(grupo de árabes gritando)

–(…) y ahí fue cuando me entró la ansiedad. Las rimas. Viejo ¡había cosas que rimaban!

–¿Cuándo te pusiste obsesivo con el estuario de la congoja?

–Cuando me dijiste que sí se iba a publicar.

–Pero ya habíamos acordado que sí se iba a publicar.

–Cuando comencé a subirlos en la página web. Cuando ya lo vi. Yo realmente el poemario lo vi cuando comencé a colgar los poemas. Ahí empezó todo.

–¿Es aquí o es allá? ¿Es aquí?

–Mira… vamos por aquí…. bueno, creo. Esas manías las he venido desarrollando desde La Guaira. Con el poemario ese de Caracas, también.

–Y ¿cómo se manifestaban las manías cuando estabas puliendo el estuario?

–Esa última semana Me daban pequeños ataques de ansiedad

–¿Así de noche? ¿Te levantabas de noche a corregir los poemas?

–No, trabajaba toda la noche en ellos. Hasta las… hasta la hora que fuera. Me acostaba a las 10 de la mañana. Me levantaba a las 7 de la tarde.

–¿Qué crees que hubiese sido distinto si hubiese sido un poemario en papel? Porque aquí en el momento en el que los publicabas, ya estaban en línea, en el aire.

–En el poemario en papel corriges las pruebas. Si hubiese sido en papel, hubiese pedido más tiempo… pero estoy conforme con el resultado. ¿Qué libro no tiene fallos? Eso se aguantarlo. Por ejemplo, las críticas que me han hecho, me parecen perfectas. Aunque no esté de acuerdo con algunas, pero en general yo no pienso tocar ese libro. Ni verlo, casi.

-¿Pero lo has visto después de que salió?

–Un par de veces.

¿Qué sentiste? ¿Fue distinto?

–Por aquí, por esta calle…

–¿Mejoró?

–Creo que si. No me arrepiento de los poemas que borré, ni de los que agregué. También colgando los de la víspera pasó algo…

–¿Es decir, viviste un proceso aparte con la víspera?

–Si claro. Pero duró menos. Eran menos poemas.

–¿Crees que tenían algún sentido de obra lo que estabas colgando en la víspera. Porque claro, el estuario era una obra, pero lo que estabas colgando en la víspera eran poemas sueltos. ¿O era también una obra?

–Si, es parte de lo que estoy tratando de desarrollar ahora. Poemas realistas. Los de la víspera son más o menos por ese estilo.

–¿Cuál crees tú que son los componentes, los elementos de esos «poemas realistas»?

–No tienen una carga retórica importante. Tratan temas cotidianos. Como el hombre que sólo tiene una vajilla y no sabe para qué sirve ¿sabes?. Básicamente relacionados con la cotidianidad. Estoy descubriendo el agua tibia (risas). Pero como nunca he escrito poemas de ese tipo y cuando lo he intentado, el resultado ha sido lamentable…

–¿Esto responde a un estado de ánimo o un suceso? ¿Por qué empezaste a escribir estos poemas?

–Porque Philip Larkin me cautivó y también hace tiempo me había impactado Fonollosa. Lo que pasa es que cuando leí a Fonollosa e intenté imitarlo, el resultado fue horrible.

–Entonces cuando leí Bodas de Pentecostés de Larkin, me atrapó realmente. Me pareció que podía abordar un tipo de poema… viejo, estamos perdidos.

–No, es por aquí… y esto fue la entrevista.

–¿Qué? ¿Estabas grabando? ‘dita sea… lo sabía.

Las cosas que Siri dice

…o como algo de astucia puede servirnos para simular inteligencia.

Alguien se ha dedicado a recopilar las cosas que Siri, el asistente personal del iPhone 4S, dice.

Lo que más me sorprende –y esto es una marca en el ADN de Apple– es cómo sus diseñadores se han tomado la molestia de hacerlo un poco más «humano». Para ser un asistente personal efectivo, Siri debe estar cableado para simular que es una persona. Y si nos ponemos a ver, esos pequeños detalles que hacen toda la diferencia, no son tan difíciles de lograr.

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hacking

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El crack como arte

Si creciste durante los 80s y tuviste una C64 o una Apple II, seguramente viste algunas de estas pantallas miles de veces. En lo que alguna vez había sido la pantalla inicial de un juego, alguien había escrito «Brought to you by» y su alias, su nom-de-crack. 

Por alguna razón, esos programadores que rompían la protección contra copia de los juegos, modificaban las pantallas de inicio, o creaban nuevas obras, para «firmar» su trabajo.

Jason Scott se ha dedicado a recopilarlas y las exhibe en una galería personal.

No hay que estudiar psicología o historia del arte para entender por qué lo hacían. La ingeniería reversa siempre se considera como trampa, pero no debería dejar de ser admirable. Romper una protección contra copia es un trabajo muy difícil y sofisticado. Esas largas madrugadas de magia negra + anatomía + serendipia, sólo podían terminar en celebración.

Más allá de las connotaciones morales (o no) de romper la protección contra copia, me parece genial que los crackers hayan descubierto que la mejor forma de comunicarle al mundo sus capacidades para inhabilitar las medidas de protección de una obra, era intervenir el mismo trabajo que estaban violando.

De vez en cuando me pregunto qué será de la vida de estos genios (¿ociosos? ¿artistas? ¿bandoleros?) que, armados con un editor hex y un desensamblador, burlaban los sectores malos y los medios tracks. Sin duda, el hecho de que el mundo de la tecnología evolucionaba más lentamente antes de 1995, le dio a estos crackers una razón de peso para invertir unos días extras en inmortalización.

Recuerdo a algunos programadores de juegos de los 80s con cariño: Dani Bunten, Bill Budge, Al Lowe, Jordan Mechner, Will Wright… los recuerdo también con agradecimiento. Pero honestamente –y aquí reconozco las implicaciones de lo que voy a escribir– mi mayor reverencia es hacia esos piratas (¿artistas?) que hicieron lo necesario para que nosotros, hijos del tercer mundo, pudiésemos vivir realidades de 8 bits.