Yo, recordando

Yo buscando el anillo perfecto.

Yo comprando nuestros pasajes a Flores.

Yo planificando como te convencería de que debíamos visitar Tikal, la ciudad imperial, el lugar de las voces.

Yo escribiendo y reescribiendo durante una semana las palabras que diría en la cúspide de la pirámide de la serpiente bicéfala, cuando con unas barbarulas de plata que compré en Querétaro, te pediría matrimonio.

Yo asumiendo que, luego de una breve conversación telefónica, todo eso se esfumó inceremoniosamente.

Yo imaginando que habías elegido a una persona que te merecía más que yo.

Yo pensando que no sería en Tikal, ni en Chichén-itzá, ni en el tercer nivel de la torre, ni en Vladivostok mirando hacia América, ni bajo la cuadriga de Brandenburgo. Ni un callejón de Venecia (Madrás, Brazzaville), ni la rueda del Prater, ni el Trianon, ni la fuente de Neptuno, ni la isla de los arqueros del Moldava, ni el Caribe plateado de Coche.

three hours of sleep

Me desperté cuando todavía era oscuro, pero ya estoy acostumbrándome. Vi el reloj: 2:38 am. Maldición –pensé –The-three-hours-of-sleep-workday.

Di unas vueltas. Imaginé la escena en un plano cenital. Pensé que Chris Brogan –quien por una razón desconocida tocaba la batería en el sueño que acababa de tener– estaría haciendo dinero en este preciso instante, mientras duerme. Pensé en escribirle una nota, «Hey! How’d you like those posts in spanish?». Recordé el insomnio de mi papá: horas, noches, semanas, años enteros perdidos dando tumbos en la cama, contando centavos mientras el resto de occidente dormía y concluí que ese no podía ser un destino, que a diferencia de aquellos ochentas, ahora había Internet. Ahora es posible despertarse en la madrugada y conseguir trabajo, oficio. Así sea perder el tiempo. Así sea publicar.

notas

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