Jimenez Lai publica una novela gráfica estructurada en historias cortas que tratan sobre arquitectura, urbanismo, el origen y funcionamiento de las ciudades. Lo más relevante: Jimenez Lai propone una nueva forma de análisis al utilizar un medio rara vez explorado (la novela gráfica) para explicar conceptos de arquitectura y desarrollar un modelo crítico.
Recomendado para los amigos arquitectos y ciudadanos en general.
Luego de leer The Deadly Jester, un meticuloso ensayo de Adam Kirsch sobre Slavko Zizek, he comenzado a pensar que el mayor logro de Zizek ha sido aprovecharse de nuestra cultura digital para convertirse en el primer troll de carne y hueso. Hace cuarenta años, un fenómeno como Zizek hubiese sido imposible, pero ahora que los trolls son socialmente aceptados, sus pirotécnicas contradicciones calan perfectamente en nuestra cultura.
Pienso en todos los jóvenes que pueden estar enamorados de Zizek, su escandalosa defensa del derramamiento de sangre y su antisemitismo solapado. De inmediato intuyo que todos los jóvenes «revolucionarios» de Venezuela deben tener una fijación homoerótica con el tipo. Sus razonamientos parecen caídos del cielo para alimentar el fuego de la teología chavista. Para ellos, esto:
Existe un nombre para la política que glorifica el riesgo, la decisión y la voluntad; que anhela al héroe, al amo y al líder; que prefiere la muerte y el infinito a la democracia y lo pragmático; que solo halla libertad verdadera en el terror de la violencia. Tal nombre no es “comunismo”. Su nombre es fascismo, y en su obra más reciente Zizek se ha revelado, indiscutiblemente, como una variedad de fascista. Así lo admite de modo palmario en Sobre la violencia, al citar al filósofo alemán Peter Sloterdijk en torno al “renacer del fascista de izquierda que murmura desde el borde de la Academia”, donde “creo yo, pertenezco”. Ya no es preciso adivinar.
Todo comenzó con Vanish, un experimento en el que Evan Ratiff, columnista de Wired, desaparecería del mapa, cortaría sus hilos digitales y cambiaría su identidad dejando un fino rastro de migajas. Quien lo encontrara ganaría $5000.
La vida desconectada resultó tan miserable que, cerca del final, Evan simplemente quería que lo descubrieran. El artículo es una lectura fascinante sobre lo difícil que es desaparecer en la era de la hiperconexión.
Este es uno de los temas que más me atraen. Aunque soy un migrante digital y todas mis relaciones con el sexo opuesto se han originado IRL, no he conocido físicamente a una buena parte de mis amigos. Para los nativos el asunto es completamente distinto porque necesitan algún dispositivo electrónico para relacionarse y trabajar. Quitarles internet es casi equivalente a dejarlos sin electricidad.
Tres cuartas partes de la población mundial resuelve asuntos prácticos (citas, trabajo, temas de pareja) via SMS o algún otro método de mensajería corta. Si les quitas el celular (no el teléfono, sólo el celular) esta gente tendría que aprender una forma de comunicación que es totalmente desconocida, con el agravante de saber que han usado un método más avanzado durante toda su vida. El mundo sería insoportablemente solitario.
Sólo los arcaicos hablan de La Internet como algo en lo que uno ‘se mete’ o algo por lo que uno ‘navega’. Hemos asimilado nuestras vidas en linea.
Como respuesta, hay toda una corriente de periodismo gonzo en la que autores hacen experimentos de desconexión voluntaria: renuncian a sus iPhone durante un día, una semana, o para siempre. Un ardid, obviamente. Pero es fascinante que el non plus ultra de lo hipster sea sobrevivir una semana con un Nokia 3110.
El más delicioso de todos estos experimentos es Offline, de Paul Miller, para The Verge. A mediados de 2012, Paul decidió evadir a la internet a toda costa durante un año. Sus aventuras, las maniobras retorcidas que hace para poder funcionar, comunicarse y trabajar en el mundo moderno sin usar internet, convierten a Offline en un ensayo de largo aliento sobre la soledad y un agudo análisis del status quo. En What is the Internet, Paul descubre que no puede explicarle a un nativo digital qué es la internet, porque la separación entre lo real y lo virtual es jodidamente difusa:
What’s the line between «virtual» and «real»? If it’s not tangible, is it necessarily inconsequential? And how am I to know? Especially with a blindfold on. Ideas have consequences, and if an idea falls in an internet message board, and I’m not there to retweet it, it does make a sound.
La internet es todo y nada, es nuestra vida. Como la electricidad.
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Post-post: Siempre que escribo un artículo como este, me comentan que en Latinoamerica la cosa es distinta, que aquí la gente no usa internet como en el primer mundo, etc. Afortunadamente, tenemos estadísticas y la más dramática es este cuadro de los mejores mercados para Facebook. De la lista, sólo uno es un país «desarrollado» (Israel), el resto, son simplemente países en los que el uso de Internet ha explotado de manera absurda e inexplicable para los defensores de esa narrativa.
Actualización Mayo 1, 2013: Paul Miller terminó su año fuera de internet e hizo un video en el que cuenta que, si bien hizo algunas cosas interesantes al comienzo, luego se dio cuenta de que al desconectarse de la internet, se desconectó del resto de la gente con la que quería estar
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