lo que recuerdo es el ahora

Mientras espero en un consultorio, levanto la mirada del libro, fascinado por el detalle, la precisión imaginaria o no, que acompaña a la descripción de un recuerdo infantil.

Hace diez años ya yo era adulto. Argumentablemente adulto. Hace diez años decoraba mi primer apartamento. Hoy, luego de leer este recuerdo infantil, me doy cuenta de que no logro evocar el contenido de la pared de esa sala, una selección, un arreglo de viejos cuadros con el que construimos el reflejo de nuestras identidades.

Se me escapa la memoria de ese apartamento y quedan nada más fragmentos: barrer con el Kid A a todo volumen, alguna reunión con amigos, ella llorando luego de nuestra primera inundación, yo borracho y deslumbrado en el piso del baño, el Ávila desde la cama. Las cajas arrumadas en la puerta el día que me fui. Yo llenando las libretas de poemas como despedida-primera señal de odio. El olor a espacio nuevo de nuestra relación.

Todo esto con mucho esfuerzo. Porque lo que recuerdo es el ahora. Desde siempre, todo lo único es el ahora.

Como las cartas de un desconocido, quedan por ahí un par de megabytes de texto. Una colección de memorias ajenas que, si fuese más optimista, apostaría a que son la salvación al olvido. La única evidencia de esa afirmación que ha veces parece mentira: «he vivido, un poco».

Perdí tiempo, mucho tiempo desde el momento en el que creí entender los principios del estado consciente, hasta que comencé a aplicarlos. Invertí casi toda la veintena en una vida que arroja apenas un puñado de recuerdos. No fue sino hasta los 28, caminando por El Espinar, cuando entendí que mis nietos jamás conocerían el bosque tropical lluvioso y yo lo olvidaría inceremoniosamente. Fue allí, una tarde luego de un aguacero, rodeado de un verdor paralizante, cuando encontré mi mantra: «acuérdate de esto, acuérdate de esto».

dos poemas sobre la guerra

Here dead we lie
Because we did not choose
To live and shame the land
From which we sprung.
Life, to be sure,
Is nothing much to lose,
But young men think it is,
And we were young.

-A E Housman

Anthem for doomed youth

What passing-bells for these who die as cattle?
Only the monstrous anger of the guns.
Only the stuttering rifles’ rapid rattle
Can patter out their hasty orisons.
No mockeries now for them; no prayers nor bells;
Nor any voice of mourning save the choirs, –
The shrill, demented choirs of wailing shells;
And bugles calling for them from sad shires.
What candles may be held to speed them all?
Not in the hands of boys but in their eyes
Shall shine the holy glimmers of goodbyes.
The pallor of girls’ brows shall be their pall;
Their flowers the tenderness of patient minds,
And each slow dusk a drawing-down of blinds.

-Wilfred Owen

Texto con anotaciones

Why me? (perfil de Alec Baldwin)

He pulled on the throttle, which became part of his rhetorical equipment: he slowed for reflective thought, then sped up again. He recalled a day, a few years ago, when he was driving through L.A., saw a car run a red light, smash into another car, and keep moving. Baldwin gave chase and, eventually, blocked the culprit in a cul-de-sac. Before the police arrived, the driver got out of his car—“Typical drug-addict, alcoholic, fuckhead look on his face. He was, ‘O.K., what? What? You’re chasing me. What?’ This nineteen-year-old kid, his eyes blazing. I’m thinking, I’m going to come over there and knock your teeth down your fucking throat just because you’re asking me ‘What?’ You know what, you little fuck? I saw you. I’m a pretty liberal person, but my liberalness comes from what the government should be doing with its excess of wealth. That doesn’t mean I’m not a law-and-order person. I’m the kind of person—you catch the kid who’s drunk and high and he almost killed a girl, let’s take him in and beat the shit out of him for a couple of hours. Then he’ll learn.” He laughed. “I believe that!”

Perfil de Alec Baldwin, por Ian Parker, para The New Yorker

cine, notas

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