E 58st

La acera detrás del Four Seasons es una convención improvisada de guardaespaldas fumadores. Dos africanos con los audífonos sobre el hombro, desconectados de sus orejas, rezan sobre una manta hacia Meca. Media cuadra más adelante, una mujer sale de FAO Schwartz con una bolsa, se detiene un instante y se persigna al verme.

Un sentido de pertenencia

Estoy bajo el elevado de la Urdaneta, de primero en el semáforo esperando ser asaltado. Pienso en lo horrible que es este lugar, en las décadas que tiene siendo horrible. Pienso que, a pesar de todo, es un anexo de mi hogar.

Una vez un policía me dijo «La calle no es tuya. Por ejemplo, si dañas esa acera te llevo preso». Según la autoridad, lo propio es aquello que podemos destruir.  Ahí, bajo el elevado de la Urdaneta, pienso que puedo mear en cualquier rincón de Caracas y ese será mi rincón porque yo pago por Caracas en más de una forma. Fue de mis abuelos, de mis padres, siempre ha sido mía. Esto no pasa en ninguna otra parte del mundo, en esas ciudades en las que circulo con cuidado para no destruir aceras ajenas.

¿Por qué sigues viviendo ahí? -Preguntan ¿Cómo explico la pertenencia? ¿Cómo explico que mi ciudad, cualquier rincón de mi ciudad, es mi casa?

«She breaks your heart. First and foremost. That evil Amy Hempel.»

Desde aquella primera vez que lo leí y entendí que estaba frente a otra cosa, The Harvest, de Amy Hempel, es uno de mis cuentos favoritos.

Chuck Palahniuk me ayudó a entenderlo en un artículo que leí aquel diciembre en el que dejé de escribir –guiño.

En She Breaks Your Heart, Palahinuk cuenta como Spanbauer usa The Harvest para ejemplificar las reglas de la escritura peligrosa: los caballos, la lengua quemada, el registro de ángel e ir al cuerpo.

Ambas lecciones las había perdido. Hasta ahora.

The Harvest

She Breaks Your Heart

Post-post: Que lástima que todas las traducciones destruyen esa bestial primera línea de The Harvest.