Mi papá nunca quiso comprarme una batería (Rock Band)

Los melómanos que nunca pudimos aprender a tocar un instrumento, llevamos una vida truncada, reseca. Algunos llenan ese vacío poniendo discos, otros tocan air guitar, y otros, desde hace unos diez años, tenemos juegos de ritmo.

El escenario de los juegos de ritmo cambió en 2005 con la aparición de Guitar Hero, una reedición de un juego japonés cuya premisa era reproducir, en los botones de una guitarra de plástico, los patrones de notas que aparecían en pantalla.

Dance Dance Revolution, el juego de ritmo por excelencia, tenía una curva de aprendizaje muy empinada para aquellos que tenemos -digamos- el ritmo en el culo. Para nosotros, Guitar Hero presentaba un atractivo extraordinario: si bien es un reto, seguir el ritmo con los dedos siempre será más fácil que reproducir un patrón de baile.

Harmonix hizo una montaña de plata con Guitar Hero y Guitar Hero II. Luego fueron comprados por MTV y, en lo que pareció en su momento una mala decisión, vendieron la franquicia de Guitar Hero a Activision. En realidad, lo que planeaban era llevar la experiencia a otro nivel y empaquetarla en una caja gigantesca.

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Más grande que el cuarto

Rock Band trae una guitarra similar a la de Guitar Hero, un micrófono, y una batería con cuatro tambores y un pedal. Las guitarras de Guitar Hero funcionan con Rock Band, así que una cuarta persona puede unirse al grupo y tocar el bajo.

El juego en modo de guitarra es considerablemente más fácil que en Guitar Hero III (el cual a su vez es jodidamente difícil). Se nota que Rock Band está pensado para atraer a nuevos jugadores. De resto, no hay mucho que agregar: si tocas bien y aciertas las notas especiales, cargas de energía la guitarra. Liberas esta energía elevando el cuello del instrumento. Las muecas son opcionales.

La parte de voz, como cualquier karaoke, no requiere que sepas la canción, siempre y cuando entonces bien y modules las sílabas. Lo que diferencia a Rock Band de un karaoke es la incorporación del concepto carga/descarga de energía de Guitar Hero. Cargas cantando bien y liberas de la única forma posible: gritando.

Esta mecánica es ideal para todos aquellos que siempre quisimos ser más-Thom-Yorke-que-Thom-Yorke (out-Thom-Yorke-Thom-Yorke) y gritar el falsetto de Creep, «she’s running out the door»; o cantar a garganta rota toda In Bloom, de Nirvana (out-Kurt-Cobain-Kurt-Cobain).

Sin embargo, Rock Band pasará a la historia como el juego de batería en el que también puedes tocar guitarra y cantar. La batería de Rock Band no es sólo terriblemente difícil, sino también bastante real (mis fuentes afirman que, en dificultad ‘expert’, es exactamente igual a tocar una batería).

Los guitarristas siempre argumentan que es difícil tocar guitarra en un juego, pues cinco botones no son lo mismo que una infinidad de acordes con cinco cuerdas. Pero al tocar batería en Rock Band estás realmente tocando la batería (con un poco de asistencia, claro está). Me atrevería a decir que cualquier persona que termine el juego en una dificultad superior a ‘hard’, luego podría tomar una batería de verdad y no hacer el ridículo. Esto, por supuesto, hace que todo el mundo se pelee por tocar la batería. Curiosamente, el menos simulado de los instrumentos del juego.

Debido a su naturaleza de multijugador, Rock Band puede ser el alma de las fiestas o, dependiendo de dónde tengas el televisor, la razón de por qué durante una reunión la sala de tu casa está vacía. También será la causa de por qué en el trabajo -o dónde sea- a cada rato tus conocidos te preguntarán ‘mira pana ¿y cuándo vamos para tu casa?’.

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¿Dónde se metió la gente?

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El Carro Rojo

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Manejar un carro rojo es lo máximo. Manejar un carro rojo es experimentar el concepto de la libertad absoluta.

Al pasar por la alcabala, por poco los guardias se cuadran y saludan. Tengo cara de hijo de jerarca de la revolución. Los que nos acompañan, en un Optra Negro, no corren con la misma suerte. Son detenidos.

Freno y retrocedo por el medio de la vía, salgo del carro y me acerco. Los han bajado a todos, les han pedido los papeles. Es tarde.

-Buenas noches -digo.

-Buenas noches -contesta el jefe, el único gordo, ligeramente fuera de balance al ver que soy el dueño de la nave roja.

Los alinean cerca de la cuneta. Le dicen a H., el dueño del Optra, que abra la puerta del copiloto.

-Va a comenzar la revisión -Anuncia el gordo. Abre la puerta del conductor y se inclina hacia adentro. Se arremanga y muestra las manos, luego las palmas. Exactamente el mismo gesto que hacen los croupieres antes de clavarte.

Revisan hasta las baterías de la cámara digital. Gente sana. El gordo se voltea hacia donde estamos nosotros.

-¿Estaban tomando?

E., con un caramelo de menta en la boca y su mejor cara de borracha profesional contesta -seria y seca- No.

-¿Y si les reviso el carro y encuentro una botella?

Dentro del carro, junto algunas toallas y algo de ropa, está el mayor cargamento de licor que jamás ha entrado al Estado Anzoátegui.

-Anda, revisa.

El carro rojo es intocable, el carro rojo es la vaca sagrada que transporta a los hijos de la boliburguesía. El carro rojo es invisible. El carro rojo, durante la revolución, es exactamente igual a un salvoconducto de Marx.

El gordo no se arriesga.

-Buenas noches. Prosigan.

-Buenas noches.