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Construção | Chico Buarque

Cada vez que puedo –o me dejan–, hablo de Construção (1971), de Chico Buarque. Uno de los discos más importantes del pop latino. En especial, hablo sobre los primeros cuatro temas, el mejor lado A de toda la música brasilera:

En Deus lhe pague, Buarque se desliga de la bossa, la samba y monta el tema con un arreglo de orquesta. La canción parece ser una crítica frontal al régimen militar, hecha con sorna y mucho más amarga que la anterior Apesar de você.

Por ese pan de comer, por ese suelo para dormir.
Registro para nacer, concesión para reír.
Por dejarme respirar, por dejarme existir.
Dios le pague.

Pero no se queda allí. Luego nos enteramos de que los temas que trata (y que serán desarrollados posteriormente), son mucho más amplios.

Por esa cachaça de gracia que la gente tiene que engullir.
Por ese humo desgracia que la gente tiene que toser.
Por los andamiajes colgantes de los que la gente tiene que caer.
Dios le pague.

Deus lhe pague es un comentario sobre todo el sistema, del cual la dictadura militar es sólo una parte.

A medida que progresa la canción, Buarque va sumando voces, hasta que cerca del final, luego de un crescendo, la voz principal se transforma en un dramático coro que asume la primera persona del plural:

Por esa plañidera que nos adulará y escupirá.
Y por las moscas-gusanos que nos besarán y cubrirán.
Y por la calma postrera que al final nos redimirá.
Dios le pague.


Desde el comienzo, «Cada día ella siempre hace todo igual», Cotidiano nos relata un día en la vida de un hombre que está peligrosamente harto de su rutina.

En el último verso de cada estrofa, Buarque hace un juego de palabras en el que le endosa a la boca un adjetivo poderoso y elocuente. La boca es primero de menta, luego de café, arroz, pasión y pavor.

A mi, la tercera y la penúltima estrofa me parecen especialmente demoledoras:

Todo el día yo pienso en poder parar
al mediodía pienso en decir no
luego pienso en la vida y continuar
y me callo con boca de arroz.

(…)

Cada noche me pide que no me aparte
medianoche y me jura eterno amor
y me aprieta hasta casi sofocar
y me besa con boca de pavor.


La repetición de la estructura y la regularidad de este giro-juego al final del verso, refuerza la idea de que este trabajador está atrapado en una vida mecánica. Una de sus salidas podría ser abandonar a su mujer, pero en la bossa de Desalento aprendemos lo que podría suceder:

Si, ve y dile
dile así
que lloré
que me morí
de arrepentimiento
que mi desaliento
no tiene más final


Luego, el tema homónimo nos muestra la otra salida, con un poema tan ingenioso como devastador.

La canción relata tres veces la historia de un obrero que cae (o mejor dicho, «cae») desde el andamiaje de una construcción. Luego de la primera vez, Buarque intercambia las últimas palabras de los versos, haciendo que cada iteración sea más demencial, poética.

En especial, me gustan los giros del último verso: el suicidio del protagonista primero atrapa al tránsito, luego al público y finalmente, al sábado. Brillante.

El tema progresa. Entran las cuerdas y los metales y, cuando termina de relatar el cuento por tercera vez, nos encontramos de nuevo en Deus lhe pague: «Por esse pão pra comer, por esse chão pra dormir», exclama el coro que habíamos dejado atrás. Así, con el suicidio en la construcción y el grito en coro contra los poderes establecidos, Buarque cierra su fábula obrera: una demoledora protesta contra un sistema que nos obliga a llevar vidas fútiles y miserables.

Construcción
Amó aquella vez como si fuese última,
besó a su mujer como si fuese última,
y a cada hijo suyo cual si fuese el único,
y atravesó la calle con su paso tímido.
Subió a la construcción como si fuese máquina,
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas,
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico,
sus ojos embotados de cemento y lágrima.
Sentóse a descansar como si fuese sábado,
comió su pobre arroz como si fuese un príncipe,
bebió y sollozó como si fuese un náufrago,
danzó y se rió como si oyese música
y tropezó en el cielo con su paso borracho.
Y flotó por el aire cual si fuese un pájaro,
y terminó en el suelo como un paquete flácido,
y agonizó en el medio del paseo público.
Murió a contramano atrapando el tránsito.

Amó aquella vez como si fuese el último,
besó a su mujer como si fuese única,
y a cada hijo suyo cual si fuese el pródigo,
y atravesó la calle con su paso borracho.
Subió a la construcción como si fuese sólida,
alzó en el balcón cuatro paredes mágicas,
ladrillo con ladrillo en un diseño lógico,
sus ojos embotados de cemento y tránsito.
Sentóse a descansar como si fuese un príncipe,
comió su pobre arroz como si fuese el máximo,
bebió y sollozó como si fuese máquina,
danzó y se rió como si fuese el próximo
y tropezó en el cielo cual si oyese música.
Y flotó por el aire cual si fuese sábado,
y terminó en el suelo como un paquete tímido,
agonizó en el medio del paseo náufrago.
Murió a contramano atrapando el público.

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Amó aquella vez como si fuese máquina,
besó a su mujer como si fuese lógico,
alzó en el balcón cuatro paredes fláccidas,
Sentóse a descansar como si fuese un pájaro,
Y flotó en el aire cual si fuese un príncipe,
Y terminó en el suelo como un paquete borracho.
Murió a contramano atrapando el sábado.

música, todos vamos a morir Tagged

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Daniel Pratt

Emprendedor, artista de calle, aficionado a los medios sociales, fan de PHP, amante de psql, geek. Vamos a morir pronto. Lo que queda es amar, disfrutar de nuestras glorias, miserias y afinidades electivas.

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