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Computadores para las masas, no las clases

Jack Tramiel 1928 – 2012. Imagen: the verge

Jack Tramiel fue uno de los primeros iconoclastas del mundo de la computación. Es probable que el mismo instinto que lo hizo sobrevivir Auschwitz, lo haya convertido en uno de los comerciantes más implacables del siglo XX. Un tipo que sólo buscó márgenes mientras otros vendían utopías. Llegó con $10 a Estados Unidos y fundó imperios que luego destruyó sistemáticamente, exprimiendo tecnologías obsoletas (y a sus ingenieros) hasta la última gota. La magnitud de los avances que precipitó en Commodore son sólo comparables con su estrepitoso fracaso.

A mediados de los 70s, Tramiel fue lo suficientemente visionario como para comprar MOS, la compañía que inventó el 6502, el microprocesador que estaba dentro del Atari 2600, la Apple II, el Nintendo Entertainment System y, obviamente, las propias máquinas de Commodore. Así, Tramiel se puso en esa envidiable situación de hacer dinero, mucho dinero, cada vez que sus competidores tuvieron éxito.

Tramiel fue el primero que logró vender un computador de menos de $300 con teclado y conexión a un monitor. «We need to build computers for the masses, not the classes», dijo cuando comenzó la VIC-20, el primer modelo en vender 1 millón de unidades. Poco tiempo después, la C64 se convertiría en el computador más vendido de la historia, un récord que se mantiene hasta hoy. También, fue el primero en comercializar computadores en tiendas por departamento. Un golpe que, al mismo tiempo que produjo millones, destruyó al resto de sus distribuidores.

La VIC-20 y la C64 redefinieron el concepto de computación de hogar, en términos de precio. Ambas son la materialización de la idea de que si haces algo lo suficientemente bien como para venderlo y nada le compite en precio, te harás millonario. Pero más allá de eso, el mundo en 8bits –y por extensión, mi infancia como la recuerdo– no existiría si no hubiese sido por la manera agresiva en la que Tramiel ordeñó al 6502 y a todos los ingenieros de MOS. Eventualmente nos acostumbramos a la idea de que las máquinas no tenían que costar miles de dólares. Hoy estás leyendo esto en un computador barato gracias a él.

Si te interesa esta historia, el mejor recuento que he leído hasta ahora está en Commodore: A Company on the Edge, de Brian Bagnall.

 

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