Cerca de la medianoche del sábado 17 de Julio de 1999, el primer número de panfletonegro (entonces Panfleto Negro) apareció en un subdirectorio del hospedaje de una empresa que amablemente me había patrocinado algunos Megabytes.
Como todos los primeros números de todas las primeras revistas, ese ahora adolecescente y vergonzoso debut fue, honestamente, un intento de autopublicación; pero manufacturado con todo el cuidado y la intención de que, eventualmente, uno o dos desconocidos usaran el rudimentario formulario de contacto para enviarme un texto antes de que se agotaran los míos y los de la familia.
Es así, por la necesidad práctica de ocupar centimetraje, como las primeras revistas se transforman en espacios de difusión. En este caso, formalmente una revista digital de libre participación, que buscaba difundir lo impublicable en papel.
Un poco más de un año después, gracias a la confianza, la cortesía, de cientos de ansiosos escritores en ciernes, dejé de publicar regularmente en panfletonegro. Para entonces, ya la revista salía religiosamente la primera semana de cada mes, tenía su propio dominio y hospedaje y era, accidentalmente, el lugar de facto para difundir tu obra si no tenías la calidad o el reconocimiento suficiente para salir en Letralia, Kalathos, o Ficcionbreve.
Es así como un anónimo que quería publicar unos poemitas, reconoce su puesto en la escala literaria y deja de escribir para convertirse en editor.
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