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El amor en el camino del zen

watts

Uno de los aspectos positivos de ir a la universidad fue tener acceso a la biblioteca. Allí leí fragmentos de libros que de ninguna manera hubiese comprado, o podido comprar: Germinal, Hojas de Hierba, la correspondencia entre Henry Miller y Lawrence Durrell, los beats de Ferlinghetti y otro montón que nunca terminé. Y esa era la clave: no tenía que terminarlos porque estaban y seguirían allí por lo que parecía una eternidad.

Esto fue durante aquella prehistoria en la que no teníamos internet, claro.

En esa biblioteca me enamoré de una mujer que, dieciséis años antes, había hecho anotaciones al margen de las páginas de The Way of Zen, de Alan Watts. Se llamaba Cristina ¿o era Estela? No importa, Cristela me llevó de la mano durante las –breves– partes aburridas con sus brillantes comentarios en inglés, «Similar to a marihuana high» –escribió en marcador azul junto a un pasaje que todavía recuerdo. Supe su nombre porque identifiqué su caligrafía en la tarjeta de préstamos del libro. ¿Sería hermosa? ¿Seguiría siéndolo? Qué tipa tan interesante –pensaba cuando miraba por la ventana luego de un párrafo especialmente revelador. La imaginaba casada y con hijos, portando secretamente la semilla de esas ideas que había ¿abandonado? al margen.

The Way of Zen, por cierto, me hizo creer en ciertas cosas que no tengo completamente identificadas, pero intuyo me han ayudado a aceptar la vida como ha venido y –en líneas muy generales– hacer el bien. Además, un par de años después del encuentro con Watts y Cristela, gané un premio universitario por un ensayo sobre el Tao que hice mientras cursaba una electiva sobre religiones orientales. (Incómodo: falté a tres clases, la profesora me tenía señalado y luego para aumentar las tensiones, ella tuvo que aguantar que ganase el premio). Esa fue la primera vez que alguien confirmó que podía escribir algo.

Hoy tenemos Goodreads, tenemos blogs, facebook, tenemos anotaciones sociales en kindle. Pero antes, la única forma que teníamos de pasar el bastón de una idea alrededor de un texto, era garabatear al margen, en marcador azul, una pista para el futuro.

 

Siguiendo con Watts:

 

También, el mejor consejo de carrera:

 

 

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