¿Cuántos Stephen Colbert hay?

En Enero, el NYT hizo un perfil del comediante Stephen Colbert, una de las principales figuras del mundo de las noticias falsas. En el marco de las elecciones de 2012 en EEUU, Colbert decidió abrir un Super PAC, un tipo de organización electoral que permite recibir donaciones anónimas y hacer gastos en nombre de los candidatos, sin vincularlos directamente. Básicamente, una forma legal de lavar dinero e influir sobre la campaña a la misma vez. Colbert lo hizo como una sátira para exponer los niveles de corrupción que hay en la campaña norteamericana y su primera victoria simbólica fue haber estado a punto de comprarle los derechos al Partido Republicano para nombrar a las primarias de su estado natal «The Stephen Colbert Super PAC South Carolina Primary» (no lo logró por una orden judicial de último minuto)

Pero si nunca has visto su Colbert Report en TV, creerías que Colbert lo está haciendo en serio. Un ojo no-entrenado podría confundirlo con cualquier otro ancla conservador de la tele.

The Colbert character, whose taped descent, godlike, from the empyrean while clutching an American flag begins every show, was originally intended as a takeoff on Fox News figures like Sean Hannity and especially Bill O’Reilly. Though Colbert doesn’t much resemble O’Reilly physically, the persona has mastered some of O’Reilly’s pen-wielding, hand-stabbing gestures, and his credentials as a right-wing blowhard are beyond doubt. He thinks that gays will go to hell, that a flaming moat should be built around America to keep out immigrants and that Christianity is, or ought to be, the official national religion. He believes not in truth but in “truthiness,” a term of his own invention.

Sigue leyendo How many Stephen Colberts are there?

Quizás te interesa también leer «América es una burla«, el perfil que le hizo NYMag a John Stewart.

 

Stepping out

Stepping out, de  Joe Jackson, es una de las canciones de mi infancia. Un tema descartable, a menos que esa melodía en el piano haya marcado algún momento de tu vida. Si te besaste con esa canción, entonces es un hito en la historia de la música.

El caso es que el otro día la escuché por azar y me bajé el disco. Fue una sorpresa haber encontrado un álbum de jazz bajo la cubierta de pop de los 80s.

música

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Computadores para las masas, no las clases

Jack Tramiel 1928 – 2012. Imagen: the verge

Jack Tramiel fue uno de los primeros iconoclastas del mundo de la computación. Es probable que el mismo instinto que lo hizo sobrevivir Auschwitz, lo haya convertido en uno de los comerciantes más implacables del siglo XX. Un tipo que sólo buscó márgenes mientras otros vendían utopías. Llegó con $10 a Estados Unidos y fundó imperios que luego destruyó sistemáticamente, exprimiendo tecnologías obsoletas (y a sus ingenieros) hasta la última gota. La magnitud de los avances que precipitó en Commodore son sólo comparables con su estrepitoso fracaso.

A mediados de los 70s, Tramiel fue lo suficientemente visionario como para comprar MOS, la compañía que inventó el 6502, el microprocesador que estaba dentro del Atari 2600, la Apple II, el Nintendo Entertainment System y, obviamente, las propias máquinas de Commodore. Así, Tramiel se puso en esa envidiable situación de hacer dinero, mucho dinero, cada vez que sus competidores tuvieron éxito.

Tramiel fue el primero que logró vender un computador de menos de $300 con teclado y conexión a un monitor. «We need to build computers for the masses, not the classes», dijo cuando comenzó la VIC-20, el primer modelo en vender 1 millón de unidades. Poco tiempo después, la C64 se convertiría en el computador más vendido de la historia, un récord que se mantiene hasta hoy. También, fue el primero en comercializar computadores en tiendas por departamento. Un golpe que, al mismo tiempo que produjo millones, destruyó al resto de sus distribuidores.

La VIC-20 y la C64 redefinieron el concepto de computación de hogar, en términos de precio. Ambas son la materialización de la idea de que si haces algo lo suficientemente bien como para venderlo y nada le compite en precio, te harás millonario. Pero más allá de eso, el mundo en 8bits –y por extensión, mi infancia como la recuerdo– no existiría si no hubiese sido por la manera agresiva en la que Tramiel ordeñó al 6502 y a todos los ingenieros de MOS. Eventualmente nos acostumbramos a la idea de que las máquinas no tenían que costar miles de dólares. Hoy estás leyendo esto en un computador barato gracias a él.

Si te interesa esta historia, el mejor recuento que he leído hasta ahora está en Commodore: A Company on the Edge, de Brian Bagnall.