Manuel Llorens, psicólogo de la selección venezolana de fútbol, escribe un artículo en el que retrata ese momento en el que la preparación física y psicológica se encuentran con una oportunidad de gol al margen del tiempo reglamentario.
No hay manera de prever un instante como ese, no hay manera de preparar específicamente ese momento, de allí su capacidad de asombro, la posibilidad de júbilo latente bajo el momento más desesperado que aguarda en cada instante del fútbol. Pero sí hay muchas horas y muchos detalles de preparación que tienen que ocurrir para hacer posible esos minutos. Sí, claro que hay mucho de inspiración, pero para poder prepararse para eso, hay que saber que detrás hay mucho más que la mera gracia del instante.
Soy lo suficientemente viejo como para recordar cuándo en mi país comenzó a hablarse de crisis. Luego del Viernes Negro, todo en Venezuela comenzó a ser culpa de «la crisis». ¿No hay empleo? La crisis ¿aumenta la corrupción? La crisis ¿el hampa está desatada? La crisis ¿debacle institucional? La crisis ¿la moneda se devalúa estrepitosamente? La crisis ¿golpes de estado? La crisis.
Desde ese momento en adelante, todos los gobiernos que han sucedido en Venezuela, han construido su campaña sobre la promesa de acabar con «la crisis». En 1989 fue la última vez que alguien se atrevió a tomar cartas en el asunto. El rechazo a las salvajes medidas neoliberales de Carlos Andrés Perez y el posterior Caracazo sellaron nuestro destino como país monoproductor, con habitantes renuentes a construir a largo plazo y una cleptocracia cuyo único propósito es mantenerse en el poder prometiendo ayudas sociales. Desde entonces, pedir sacrificios a los venezolanos es un suicidio político.
La economía venezolana tiene 30 años en terapia intensiva y ya nadie habla de la crisis. Todos nos acostumbramos al desempleo crónico, al populismo y a la escasez. Durante el mismo período, en México, Argentina, Brasil. En casi toda América Latina, sucedió lo mismo.
Todo esto me resulta familiar cuando escucho a los españoles hablando de «la crisis» como si fuese una coyuntura. No me extraña que el poder establecido y la población en general deposite en «la crisis» toda la culpa de sus errores. «La crisis» es el chivo expiatorio perfecto: tiene múltiples responsables y es el resultado de complejas interacciones globales.
Mientras España se desliza hacia el comienzo de una segunda recesión, parece ser que muchos creían que la crisis tendría final y todo volvería a ser como antes. Las crisis suponen un reajuste y quizás en el caso de España, con su 20% de paro y una clase política renuente a asumir responsabilidades, la crisis es el nuevo normal.
Lo más atractivo de Anonymous es que los que deciden no comprometerse en el juego político, tienen un escape para tirar la piedra y esconder la mano.
A la vez, los políticos tienen un enemigo perfecto: <strong>terroristas informáticos</strong> (aderece a gusto con signos de exclamación): un saco en el que pueden meter a todos los ciberactivistas que piden reivindicaciones o a los que abogan por una internet más libre.
En otras palabras, Anonymous le hace el juego a los políticos conservadores. Les da la oportunidad para decirle a los ciudadanos «¿a quién prefieren? ¿a mi, que me equivoco a veces, o a estos terroristas?». El Gran Hermano se enjuga las manos cada vez que aparece un enemigo anónimo y eterno.
Y eso es lo que pasa cuando basas tus políticas en un tebeo. Batman, Superman, Spiderman, V, cada uno de los Watchmen, son psicópatas. A mi me divierten, porque expresan mis más oscuros deseos de hacer las cosas bien sin lograr consenso, <strong>saltarse las negociaciones aburridas</strong>. Me entretienen, pero no por eso quiero vivir en el Bronx de Paul Kersey, el San Francisco de Harry El Sucio, o la Caracas de Hugo Chávez. Quiero vivir en un mundo sin justicieros en el que las cosas cambien en un congreso.
El consumismo está mal, ir de shopping por ocio está mal. No por eso voy a derribar los edificios de las principales compañías de tarjetas de crédito, ni poner bombas en los centros comerciales a las 3am.
(y no tienes idea de cuánto me reí, cuánto disfruté y cuanto pensé durante Fight Club. Soy el deseo de libertad de Jack)
2.
Vamos ¿tienes 200 teras de música bajada y usas la musica de requiem for a dream? ¿en serio?
3.
Seducir a los jóvenes con políticas y tácticas de guerrilla fundamentalista, no está bien.
Aunque esté de acuerdo con los ideales que dieron vida al «movimiento», aunque piense que 4chan es lo máximo y que la «iglesia» de la cienciología es una payasada, hay una línea muy fina entre hacer demostraciones ingeniosas con ideales atractivos y montar una cruzada con imberbes.
Cuando tengan un mensaje atractivo para mis amigos conservadores, habrán comenzado a lograr el cambio.
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