Videomarketing 101: Tetas

tetas.pngEl éxito de YouTube es su principal instrumento de autodestrucción. El hecho de que no arroje ningún tipo de ganancias y que además pertenezca a una megacorporación, inevitablemente conducirán al desplazamiento del contenido amateur y la estabilización de YouTube como una plataforma para la distribución de video semi-profesional.

En el fondo, quizás este fenómeno no tenga nada de malo. Después de todo, el gran público está acostumbrado a los niveles de producción que exige la difusión masiva. En cambio, el Contenido Generado por Usuarios ofrece una ruptura estética que muchas veces es difícil de digerir.

Un rápido paseo por la lista de los más vistos confirma esta teoría. Los videos verdaderamente originales, las video-respuestas (esos raros animales nacidos en YouTube) y los instructivos inusuales están enterrados bajo una montaña de contenido generado y sindicalizado por televisoras, estudios de cine y otros gigantes del entretenimiento.

Desde hace unos días, LisaNova, una de las principales celebridades del Tubo, ideó la solución para que nuestros videos no sean relegados al fondo de las listas: Tetas.

Videomarketing 101: Por regla general, los videos cuya previsualización ofrecen alguna vista del cuerpo femenino son los más vistos.

En un giro brillante a la idea de Creative Commons, LisaNova ofrece en su sitio, LisaNovaLive, una serie de clips que pueden ser bajados/cortados/editados/reempaquetados y, sobre todo, insertados libremente en lo que hubiese sido un video aburrido (a la Tyler Durden en Fight Club).

El segmento luego puede ser usado como previsualización, para atraer más visitas y –por supuesto– catapultar a LisaNova al primetime (de eso se trata ¿no?)

La Crucifixión Rosa

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Ha debido ser un jueves en la noche cuando la conocí por primera vez –en el salón de baile. Me reporté a trabajar en la mañana, luego de dormir una o dos horas, con el aspecto de un sonámbulo. El día transcurrió como en un sueño. Luego de la cena me quedé dormido en el sofá y desperté completamente fresco, puro de corazón, y obsesionado con una idea –poseerla a cualquier costo. Caminando por el parque me debatí entre cuál tipo de flores enviarle con el libro que le había prometido (Winesburg, Ohio). Me acercaba a mi trigésimo-tercer año, la edad de Cristo crucificado. Una nueva vida se presentaba ante mi, si tuviese el coraje de arriesgarlo todo. En realidad no había nada que arriesgar: estaba en el peldaño más bajo de la escalera, un fracaso en todo el sentido de la palabra.
-Henry Miller, Sexus.

Hace más o menos quince años leí esto por primera vez. Sudé durante los primeros cuatro capítulos, cien páginas en total. Eso, sudé, literalmente, de la emoción, del asombro. Fue neurocirugía con abrelatas, una lectura epifánica. La primera que no pude explicarle a mis padres y, quizás, el inicio de un tránsito hacia la soledad que experimentan los fanáticos conscientes.

A la mitad de Plexus me gradué de la universidad. Conocí a un amor. Viajé sin dinero, con un morral, una cámara super-8 y El Coloso de Maroussi.

El último volumen de la Crucifixión Rosa lo leí durante el paro petrolero. Una más de esas experiencias intelectuales que en otras circunstancias hubiesen sido intrascendentes; pero que los amigos acordamos –tácitamente– que fueron nuestro único escape del horror de aquella batalla.

Tiendo a no revisitar autores que me han impresionado, soy bastante capaz de destruir lo que idolatro (luego de esta transcripción, mi copia de Sexus ha vuelto a su lugar). He leído los libros, visto las películas, peregrinado secretamente –en silencio– a la Place De Clichy, al 4 de la Avenue Anatole, al 18 de Villa Seurat, a ese recodo hermoso y perdido de Big Sur y al cruce de la 46 con Broadway, donde Henry Miller conoció a su primer agente de cambio, su segunda esposa, la protagonista de estas novelas. Todo esto sabiendo que gastaba energía en un autor menor. Un charlatán, si se quiere.

Pero de eso se trata el amor, y la gratitud.

Hace más o menos quince años, los treinta y tres me parecían un tanto lejanos. Tenían cierto aire de «mitad», en vez de una –mucho más tangible– sensación de «mitad del comienzo». Pero entendí, allí y en ese momento, con ese primer párrafo, que si existía una edad poética para renacer, era ésa. Ésta.

Creative Commons

El pana Cronopio hace un excelente resumen de Creative Commons, con presentación de Larry Lessig y todo. Lectura recomendada, u obligatoria, dependiendo de qué tan cerca del siglo XXI se quiera estar.

Dos aspectos fascinantes de CC:

1. Es exclusivamente un producto de la era digital. Si no hubiésemos llegado al punto en el que el costo de la reproducción de contenidos (obras) es cero, no habría necesidad de licenciamiento proactivo.

2.  En nuestra paulatina post-industrialización, estamos llegando al punto en el que la propiedad intelectual de todo el contenido generado por la humanidad va a ser protegido siguiendo las mismas reglas que se aplican al software. CC es, en el fondo, un producto de la licencia GNU de software libre, pero coordinado por personas mucho más hábiles.

Si un pequeño grupo de brillantes ingenieros que previeron todos estos avances no hubiesen fundando la Electronic Frontier Foundation, y un montón de gente no se hubiese sacrificado en el camino, hoy en día no habría ni Creative Commons, ni mp3s, ni google, ni wikipedia, ni Internet. El Partido Republicano, las corporaciones, la RIAA y/o la cienciología lo hubiesen destruido todo.

En honor a eso, me parece que es necesaria e importante la divulgación como la que hace Crono. Que la gente que genere contenido, desde unas fotos irrelevantes en Flickr, un blog irrelevante como este, o un  sitio como wikipedia, tiene en CC una de las escasas posibilidades de preservar el paisaje de la Internet tal como ha sido hasta hoy: libre y sin fronteras.

hacking

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